domingo, 31 de julio de 2016

El valor de las «libertades democráticas» en un Estado burgués y el modo de aprovecharlas; Enver Hoxha, 1966


«La burguesía y, junto a ella, los revisionistas modernos, hablan y hacen cálculos sobre las llamadas «libertades democráticas». En efecto, en cada Estado burgués denominado democrático, existen algunas «libertades democráticas» relativas. Decimos relativas, porque no rebasan jamás el límite de la concepción burguesa de la «libertad» y de la «democracia», porque llegan precisamente hasta el punto de no perjudicar los intereses vitales de la burguesía en el poder.

Naturalmente, la clase obrera y los hombres progresistas aprovechan estas condiciones para organizarse, para difundir sus concepciones y su ideología, y preparar el derrocamiento de las clases explotadoras y la toma del poder.

Después de la Segunda Guerra Mundial, en muchos países capitalistas de Europa, como resultado de la victoria sobre el fascismo y del papel desempeñado por los partidos comunistas en la lucha antifascista, estos partidos llegaron incluso a participar en el gobierno –por ejemplo en Francia, en Italia, en Finlandia, etc.–, y hasta tener un gran número de diputados en el parlamento, importantes cargos en el aparato del Estado, e inclusive en el ejército, etc.

Asimismo, en diferentes períodos durante estos últimos 15 años, se crearon condiciones favorables para el partido de la clase obrera y las fuerzas progresistas en algunos países del Medio Oriente, como Irán e Irak, y de América Latina, como Guatemala, Brasil, Ecuador, Venezuela y otros. En Indonesia se creó una situación bastante favorable. El Partido Comunista de Indonesia creció con rapidez, formaba parte del gobierno y ejercía una gran influencia en la política interior y exterior del país, etc.

sábado, 30 de julio de 2016

La dictadura del proletariado; Stalin, 1924


«Analizaré tres cuestiones fundamentales de este tema: 1) la dictadura del proletariado como instrumento de la revolución proletaria; 2) la dictadura del proletariado como dominación del proletariado sobre la burguesía; 3) el poder soviético como forma estatal de la dictadura del proletariado.

La dictadura del proletariado como instrumento de la revolución proletaria

La cuestión de la dictadura del proletariado es, ante todo, la cuestión del contenido fundamental de la revolución proletaria. La revolución proletaria, su movimiento, su amplitud, sus conquistas, sólo toman cuerpo a través de la dictadura del proletariado. La dictadura del proletariado es el instrumento de la revolución proletaria, un organismo suyo, su punto de apoyo más importante, llamado a la vida, primero, para aplastar la resistencia de los explotadores derribados y consolidar las conquistas logradas y, segundo, para llevar a término la revolución proletaria, para llevarla hasta el triunfo completo del socialismo. Vencer a la burguesía y derrocar su poder es cosa que la revolución podría hacer también sin la dictadura del proletariado. Pero aplastar la resistencia de la burguesía, sostener la victoria y seguir avanzando hasta el triunfo definitivo del socialismo, la revolución ya no puede si no crea, al llegar a una determinada fase de su desarrollo, un organismo especial, la dictadura del proletariado, que sea su principal apoyo.

domingo, 24 de julio de 2016

A las personas no se las juzga solo por sus declaraciones sino principalmente por sus hechos


«¿Quién, excepto los burócratas incurables, puede fiarse sólo de documentos escritos? ¿Quién, excepto los ratones de biblioteca, no comprende que a los partidos y a los líderes hay que comprobarlos, ante todo, por sus hechos, y no sólo por sus palabras? La historia conoce a no pocos socialistas que suscribían complacidos cualquier resolución revolucionaria, con tal de zafarse de los críticos importunos. Pero esto no significa, ni mucho menos, que llevaran a la práctica estas resoluciones. La historia conoce, además, no pocos socialistas que exigían a voz en grito a los partidos obreros de otros países las acciones más revolucionarias que pueda haber. Pero esto no significa, ni mucho menos, que no cediesen en su partido o en su país ante sus oportunistas, ante su burguesía. ¿No nos enseñó por esto Lenin a comprobar los partidos revolucionarios, las tendencias, a los líderes, no por sus declaraciones y resoluciones, sino por sus hechos?». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre algunas cuestiones de la historia del bolchevismo, 1931)

sábado, 23 de julio de 2016

El leninismo sobre el factor objetivo y el factor subjetivo de la revolución


«El imperialismo dijo Lenin, es la:

«Época en la que, de acuerdo con la conclusión general de los marxistas, las condiciones objetivas para la destrucción del capitalismo están maduras». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La marca rusa de Südekum, 1915)

De importancia crucial fue en estas circunstancias, el papel del factor subjetivo, que Lenin examinó a fondo. En su libro: «¿Qué hacer?» de 1902, y en muchos otros de sus escritos, explicó científicamente la necesidad y la importancia de la teoría y el partido de la clase obrera, señalando enfáticamente que sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario, y que sólo un partido pertrechado de ella, puede desempeñar el papel de vanguardia. Lenin elaboró ​​el papel del factor subjetivo en la lucha vigorosa de los adversarios ideológicos del marxismo. Esto se veía en el desarrollo de la sociedad como un simple proceso de evolución espontánea que se desarrolló sin intervención externa. Ellos argumentaban que el socialismo se establecería de manera gradual y espontánea como consecuencia natural del desarrollo económico, sin lucha de clases, sin revolución socialista, sin la dictadura del proletariado, sin guía del partido marxista. Es mérito histórico de Lenin el haber desenmascarado y pulverizado el oportunismo de los traidores II Internacional. Lenin descubrió por primera vez en la historia en el pensamiento marxista las raíces ideológicas del oportunismo. Demostró que el oportunismo emerge cuando el economicismo y la espontaneidad se predican en el movimiento revolucionario de la clase obrera. Lenin también libró una lucha resuelta contra el subjetivismo y el voluntarismo de los pequeños burgueses y los ideólogos populistas, sindicalistas, trotskistas y oportunistas de «izquierda» oportunistas que negaban el papel y la importancia de las condiciones objetivas, y de hecho basaban todo en la voluntad y la conciencia de las personas. 

En las condiciones actuales, el factor objetivo y el factor subjetivo se plantea como una cuestión en la que existen grandes distorsiones en la teoría y la práctica que suman cuantiosos daños al movimiento revolucionario:

«Actualmente se han reanimado diversas teorías que predican la espontaneidad en el movimiento revolucionario, que menoscaban el papel del factor consciente, que niegan el papel de la teoría y del partido del proletariado». (Enver Hoxha; Informe en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1971) 

Los revisionistas modernos con los soviéticos a su cabeza, en base a sus predecesores los oportunistas de la II Internacional predican la teoría de las fuerzas productivas, el economicismo y el reformismo. Ellos tratan de demostrar que el socialismo crece en el capitalismo actual: que la clase obrera podría transitar al socialismo dentro del orden burgués, que podría a través de reformas, de forma pacífica, darse una evolución al socialismo, que la lucha por el socialismo podría dirigirla un partido no proletario, que el socialismo podría ser construido sobre la base de otra ideología «socialista» no marxista-leninista.

Otros ideólogos de la 
«nueva izquierda» en Latinoamérica y Europa van aún más lejos. Ellos argumentan que sería necesario traer la conciencia socialista en la clase obrera y las masas trabajadoras. Pensarían hacer esto en base a que el papel de vanguardia podría ser jugado por una «minoría activa» que aparecería como «fermento» de la revolución. Afirman que la conciencia y la organización surgen espontáneamente en la batalla. Rechazan la necesidad de un partido de vanguardia, su rol y los principios leninistas en los que se estructura». (Foto Çami; Los factores objetivos y subjetivos de la revolución, 1973)

El espontaneismo y su lucha contra la teoría marxista-leninista y su partido


«La predicación de la espontaneidad, como ideología oportunista en el movimiento obrero, hace su punta de lanza en luchar contra la necesidad de la teoría marxista-leninista y su partido. Los revisionistas modernos están extendiendo la ilusión de que en el capitalismo especialmente en los países desarrollados, la conciencia socialista florece por sí misma del movimiento espontáneo, que el impulso hacia el socialismo arriba espontáneamente del desarrollo de las fuerzas productivas y del cambio del equilibrio de fuerzas en el mundo en detrimento del imperialismo. Que en esas condiciones toda suerte de partidos y organizaciones, desde los partidos burgueses liberales a socialdemócratas, los frentes de liberación nacional o los sindicatos al servicio de la burguesía, pueden ser portadores de los ideales del socialismo y líderes de la transformación socialista de la sociedad. Este punto de vista de los adoradores de la espontaneidad en realidad también tiene algunos representantes de las fuerzas de «izquierda», ya que cualesquiera que sean sus intenciones subjetivas también tienen como objetivos la espontaneidad. Estos niegan la necesidad de la teoría de la conciencia científica, se levantan contra la tesis de Lenin de que sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario, niegan el papel de la vanguardia que está armada con la teoría revolucionaria del marxismo-leninismo, no creen que sea necesario dar programas políticos claros y una estrategia y táctica científica. Dado según ellos solamente importante que comience la revolución y llevarla a cabo. Que lo impulse un partido marxista-leninista u otra fuerza es indiferente para ellos, carece de importancia. Las revoluciones, dicen ellos, se llevarán a cabo por un partido revolucionario o sin él. Significa que no debería haber una ecuación matemática que implique que la vanguardia es el partido marxista-leninista, que la guerrilla puede ser el germen del partido, que el ejército popular constituye el núcleo del partido, y no al revés, etc. Sin embargo la vida muestra también la forma correcta de las conclusiones de Lenin que son, a saber que las predicas sobre la espontaneidad en el movimiento revolucionario, las raíces de derecha y del oportunismo de izquierda. El camarada Enver Hoxha señaló:

«Es ya algo históricamente probado que sin su partido la clase obrera, cualesquiera que sean las condiciones en las que viva y actúe, no se hace por sí misma consciente. Lo que convierte a la clase obrera de una «clase en sí» en una clase para sí es el partido. Naturalmente, la lucha, la acción, templan y ponen a prueba a la clase obrera, a las masas y a los revolucionarios, les enseñan muchas cosas. Pero si falta el partido político con un programa claro, con una estrategia y una táctica científica, la lucha se queda a medio camino o fracasa». (Enver Hoxha; Informe en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1971) 

A partir de las condiciones objetivas o de la propia lucha revolucionaria crea una cierta conciencia socialista revolucionaria. Es en este caso, pero a un nivel muy bajo, esta toma de conciencia es denominada por Lenin como conciencia tradeunionista. Pero la alta conciencia socialista no se forma por sí misma, de manera espontánea, sino sólo por la ciencia marxista-leninista. Esta ciencia es asimilada por la parte más avanzada de la clase que se organiza en el partido del proletariado, pasando a educar luego a toda la clase, estableciendo las metas y aspiraciones revolucionarias y mostrando claramente la forma correcta para lograr estos objetivos, dirigiéndolos en su lucha histórica. 

El partido es esencial, no sólo para que la conciencia socialista sea transmitida a la clase obrera y las masas trabajadoras y sus acciones estén coordinadas. Es el personal teórico, político, y práctico en todos los campos: en la política, en la ideología, en la economía y en lo militar. Negar el rol dirigente del partido, significa dejar la clase obrera desarmada frente a la burguesía y la reacción. La historia no conoce de ningún caso en que sin el partido comunista de la clase obrera, sin su rol de liderazgo y yendo en contra de los comunistas, la revolución proletaria haya triunfado y el socialismo se haya construido. Sucede que, cuando los partidos comunistas se han debilitado, son los partidos revisionistas y reformistas u otras fuerzas políticas las que se hacen con la dirección de la revolución. Pero ha de saberse, que las revoluciones democráticas o de liberación nacional, sólo se pueden transformar en revoluciones proletarias socialistas cuando es la clase obrera y su partido marxista-leninista las que las dirigen». (Foto Çami; Los factores objetivos y subjetivos de la revolución, 1973)

Anotaciones de Bitácora (M-L):

[1] La crítica de Enver Hoxha a los ideólogos, organizaciones, partidos y movimientos de tipo espontaneista en el VIº Congreso del VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania de 1971 a la que hace referencia Foto Cami puede verse AQUÍ.

viernes, 22 de julio de 2016

La lucha de Lenin y los bolcheviques contra las limitaciones de Rosa Luxemburgo; Equipo de Bitácora (M-L), 2016


«Entre las ideas y errores ideológicos históricos de Rosa luxemburgo encontramos errores tanto derechistas como izquierdistas, entre ellos destacan:

1) La idea de que la sociedad capitalista sólo podría resolver el problema de la acumulación de capital sólo por la expansión en las economías precapitalistas, y que cuando se han absorbido estas áreas, el capitalismo se derrumbaría como un castillo de naipes.

2) La idea de que el derecho a la autodeterminación era contrarrevolucionario, criticando a los bolcheviques por ejercerlo. Basándose en la idea de que en la etapa imperialista del capitalismo, no pueden existir guerras de liberación nacional porque entre otras cosas sería ayudar y alentar a las burguesías nacionales y crear desconcierto entre las masas revolucionarias, yendo el contra del derecho de autodeterminación del leninismo. La idea imperialista de que las naciones pequeñas son contrarrevolucionarias y no pueden ayudar al progreso social de la humanidad.

3) La desconfianza en el campesinado, que como Trotsky, pensaba que más pronto que tarde terminaría oponiéndose al socialismo, pugnando entonces contra el proletariado intentando derrocar la dictadura del proletariado, negando la teoría leninista de la alianza obrero-campesina y volviendo a los esquemas de que la revolución sólo sería posible en países con alta concentración y número de proletarios.

4) La afirmación –hilando con su antietapismo– de que era un error por parte de los bolcheviques la incautación de la tierra a los terratenientes y su distribución inmediata a los campesinos pobres, ya que repartir las tierras entre el «contrarrevolucionario» campesinado, haría que éste defendiera su parcela de tierra recién adquirida, e intentaría agredir e incluso derrocar el poder proletario cuando los comunistas intentara llevar la colectivización, llegando a calificar a estos campesinos como un estrato social enemigo del socialismo mucho mayor y más peligroso que los antiguos terratenientes.

5) La creencia de que el Tratado de paz de Brest-Litvosk de 1918 «no era más que una capitulación del proletariado revolucionario ruso ante el imperialismo alemán».

6) La idea de que la huelga de las masas de carácter espontáneo era la forma decisiva de la lucha revolucionaria de la clase obrera, que ello era lo determinante para el movimiento de masas.

7) La oposición al centralismo democrático leninista calificándolo de un engendro de burocratismo que degenera la estructura del partido, de método blanquista y ultracentralista, promoviendo en cambio el autonomismo de partido que Lenin tanto combatió.

8) La negación de la posibilidad de la construcción del socialismo en un sólo país que Lenin defendía, abogando por la tesis menchevique-trotskista de la revolución permanente sacado del socialdemócrata alemán Parvus, creyendo que la construcción en un sólo país y en especial en Rusia era imposible sin la ayuda de la revolución triunfante en los países desarrollados.

9) El pensamiento liberal sobre el derecho de la libertad de prensa y la libertad de expresión para todas las tendencias autodenominadas «marxistas» o «socialistas». Condenando la política bolchevique que negaba dicho derecho los grupos como los mencheviques, socialrevolucionarios, anarquistas, etc. que antes durante y después de la Guerra Civil Rusa 1917-1923 se posicionaron de lado de la burguesía –a veces con ayuda de las potencias del extranjero–.

10) La creencia de que los bolcheviques no ejercían la dictadura del proletariado sino que se reducía a la «dictadura de los jefes», ignorando el principio leninista de que la dictadura del proletariado se ejerce con el partido de la clase obrera –que concentra a los elementos más avanzados de esta clase– y que gobierna a través de los soviets y no en detrimento de ellos.

***

Resulta curioso que los actuales oportunistas, que reconocen los graves errores cometidos por Rosa Luxemburgo, ensalcen y rindan homenaje a esta figura que, «casualmente», y junto a Lukács y Althusser, fue una de las más empleadas en los años 70 por los «marxistas heterodoxos» para poner en tela de juicio las ideas del «leninismo» y el «stalinismo» –y, a diferencia de muchos otros casos, sin necesidad de retorcer sus escritos–. ¿Existe una verdadera comprensión de las peligrosas consecuencias que tuvo el luxemburgismo? Para nada. Otros tratan de «revelar» que, pese a sus limitaciones, el luxemburgismo es superior al bernsteinismo o el kautkismo –¡gran novedad!–, pero no aportan ninguna razón de peso que indique por qué deberíamos prestar más atención a una corriente que, en muchos de sus planteamientos, es ajena al marxismo-leninismo.

¿Qué podemos concluir? Pues que, como en el caso de Recabarren en Chile, Plejanov en Rusia o Pablo Iglesias Posse en España, es lícito y hasta necesario evaluar y poner en su sitio a estos dirigentes de gran importancia para el movimiento proletario en su momento. Pero entiéndase que, con el transcurrir de los años y sucesivas experiencias, muchas de estas figuras «pierden su trono», pues han ido sucediéndose otras de mayor transcendencia, capaces de corregir sus errores y cuyos aportes fueron de mayor utilidad y precisión. En suma: aunque debemos reconocer los méritos de aquellos intelectuales que introdujeron y difundieron el marxismo en sus respectivos países, ello no nos puede hacer olvidar sus obvias limitaciones, ni mucho menos tratar de recuperarlas. Existe una diferencia sustancial entre aquellos que erraron por falta de información y experiencia y aquellos que, como Rosa Luxemburgo, fueron incapaces de comprender correctamente la situación, aquellos que se ubicaron por debajo de la vanguardia ideológica que les era coetánea, combatiéndola, además, a plena conciencia, como, de nuevo, es el caso de Rosa Luxemburgo en su disputa contra Lenin. Obviamente, y pese a la canonización posterior, Rosa Luxemburgo no estuvo a la altura lo que exigía la situación, por mucho que hubiera rectificado en varias de sus posiciones oportunistas poco antes de morir. La cuestión aquí es, ¿por qué tomar, entonces, en pleno siglo XXI, como referencia a una figura con una línea tan zig zageante como Luxemburgo? Esto es una pregunta retórica, evidentemente. Pues para el revisionismo, ya se sabe, «a falta de pan buenas son tortas». (Equipo de Bitácora (M-L); La lucha de Lenin y los bolcheviques contra las limitaciones de Rosa Luxemburgo, 2016)

martes, 19 de julio de 2016

Una vez más sobre la incompatibilidad del socialismo con varios partidos políticos




«En sus ataques contra el Estado de la dictadura del proletariado, como el tipo de democracia más elevada, se ha concentrado sobre todo en el rol de liderazgo e indivisible del partido comunista. Los revisionistas ven la extinción de este rol y la implementación del sistema burgués de varios partidos en el socialismo como un condicionante para el desarrollo de la democracia, como su más alta expresión. Pero es sabido que el número de partidos nunca ha sido ni puede ser  el punto de referencia de si existe democracia. Ni la existencia de muchos partidos, ni la existencia de un solo partido, determina el carácter democrático de un orden social. Hay países capitalistas, burgueses y revisionistas donde existen muchos partidos, y existen otros países como estos donde solo existe un solo partido, y sin embargo el orden sigue siendo antidemocrático en su esencia. El camarada Enver Hoxha comenta que:

«Es superfluo pararse a probar que la participación el poder estatal de varios partidos burgueses, capitalistas, revisionistas y fascistas como sucede en países capitalistas como Estados Unidos y otros, no hace que sus sociedades reaccionarias se transformen en progresistas. Por el contrario, bajo el imperialismo, la democracia se torna a reacción. La sociedad que defiende el orden de explotación y que se apoya en este orden no es una sociedad progresista, ni democrática. Del mismo modo, cuando el poder del Estado está en manos de un solo partido, que no persigue una línea marxista-leninista, que no es el partido del proletariado, nunca podrá dar lugar a la construcción del socialismo. No importa que el partido se denomine así mismo «marxista» o «marxista-leninista». (Enver Hoxha; La democracia proletaria es la genuina democracia, 1978)

En el socialismo, en su período inicial, pueden existir varios partidos políticos. La existencia de estos partidos en este periodo está condicionada por las circunstancias históricas, en las cuales se producen en la transición al socialismo en cualquier país como el hecho de que en este periodo todavía existe la clases explotadoras, el campesinado individual y el estrato de la vieja intelectualidad, que persiguen sus intereses individuales. Debe señalarse que, incluso en estas condiciones el rol principal en el Estado y la sociedad sólo pertenece a un partido el partido comunista de la clase obrera. Sin embargo, si la existencia de estos diversos partidos en este período es inevitable, la sanción no puede justificarse en el último período del socialismo, donde se liquidan las clases explotadoras, la colectivización socialista de la agricultura se lleva a cabo, se forma la nueva intelectualidad, la comunidad de los intereses fundamentales entre la clase obrera y el campesinado cooperativista así como la intelectualidad popular es creada, siendo ya características de la nueva sociedad socialista. En estas condiciones no hay bases socio-económicas objetivas de la existencia de otros partidos políticos.

Acorde a los revisionistas italianos:

«Incluso después de la destrucción de la base económica de la sociedad y la liquidación de su división en clases antagónicas, diferentes intereses seguirán existiendo, tendencias y tradiciones ideológicas, políticas, culturales y religiosas aún conservaran su valor. Con esto se explica la posibilidad de la existencia y el funcionamiento de varios partidos y su reemplazamiento de unos a otros en el gobierno del Estado, incluso en las condiciones del socialista y la renegación democrática de la sociedad». (Problemas de la paz y el socialismo, No. 3, 1979)

¿Pero cuáles son estos intereses diferentes que seguirán existiendo incluso después de la liquidación de las clases antagónicas? Si con esto se está refiriendo a los intereses de las clases trabajadoras y sus extractos, se expresan y son defendidos por el Partido Comunista y por lo tanto no existe la necesidad de otros partidos. En estas condiciones, los otros partidos pueden expresar y defender sólo los intereses de las clases explotadoras derrocados o de los otros enemigos del socialismo, ya que se sabe que los partidos políticos son partido de clase, trabajan para lograr los objetivos de ciertas clases, dirigen su lucha por el poder. Pero, ¿qué tendencias y traiciones preservarán su valor en el socialismo? Si son las tendencias y tradiciones democráticas y progresistas, están muy bien expresadas y defendidas por el Partido Comunista. Entonces, ¿acaso debemos sancionar la ideología y tendencias políticas antimarxista y antisocialistas, las tradiciones culturales reaccionarias y burguesas, e incluso las tendencias y tradiciones del oscurantismo religioso? Esto es precisamente lo que los revisionistas modernos desearían, socavar y perturbar la verdadera sociedad socialista». (Foto Çami; Los problemas del socialismo en la luz de la teoría marxista-leninista y la experiencia histórica del Partido del Trabajo de Albania, 1980)

viernes, 15 de julio de 2016

La clase obrera soviética: despojada de los medios de producción; Veniamin Toçi y Kiço Kapetani, 1973

Este artículo de los autores albaneses Veniamin Toçi y Kiço Kapetani publicado en Albania Today, No 4 (11) de 1973, estaba dedicado a analizar la economía del revisionismo soviético, en especial la cuestión de los medios de producción y su propiedad. Analicemos unas cuestiones:

1) Como dijo Enver Hoxha, la conquista del poder político por elementos revisionistas –y eso incluye una moral y visión económica aburguesada del mundo– no podía tener otro fin que sus manifestaciones en reformas económicas y por ende y por extensión una nueva cultura:

«El cambio de carácter del partido y del Estado, la transformación contrarrevolucionaria en el terreno de la superestructura política e ideológica no podía dejar de conducir al cambio de la base económica del socialismo. Las reformas económicas que han emprendido los jruschovistas, de acuerdo con sus conceptos ideológicos antimarxistas, han conducido a la transformación radical de las relaciones de producción. Han introducido en la economía soviética un sistema de organización y de dirección en el que el objetivo de la producción es el lucro capitalista. El actual Estado soviético, como un capitalista colectivo, administra los medios de producción en nombre y en interés de la nueva burguesía soviética. La propiedad común socialista se ha transformado en un capitalismo de Estado de nuevo tipo». (Enver Hoxha; Informe en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1971)

2) Todas las grandes y pequeñas reformas económicas a partir de 1953 estaban encaminadas a restaurar las leyes de producción capitalistas: todas las «nuevas» teorías económicas estaban encaminadas a hacer pasar como marxista-leninistas las teorías que años antes se combatieron en el mundo comunista. Es decir, por ejemplo: las tesis de Voznesensky o Yaroshenko basadas la promoción de la «ley del valor» como rector en todas las esferas de producción y distribución; basar los planes en torno a los caprichos espontáneos del mercado; la «descentralización económica»; la «autonomía y rentabilidad de las empresas»; la «predominancia del estimulo material al estimulo moral»; la «venta de los medios de producción en las cooperativas»; negar el carácter objetivo de las leyes de la economía política para satisfacer objetivos políticos subjetivos; y un sinfín de tesis similares son las tesis que Jruschov y sucesores implementaron. Es decir las tesis que Stalin en su libro de 1952: «Problemas económicos del socialismo en la Unión Soviética» combate, ¡son las tesis que Jruschov y cia. introdujeron! La reforma de Kosygin de 1965 trajo nuevas teorías y prácticas o institucionalizó algunas que se habían venido practicando desde los años de Jruschov. De hecho el lenguaje puramente capitalista a la hora de tratar la economía los revisionistas soviéticos a partir de entonces sería el rasgo común en sus revistas, informes y demás.

3) Sobre la cuestión de los medios de producción en la URSS capitalista-revisionista y las relaciones de producción hay que decir lo siguiente:

«
La propiedad estatal en la Unión Soviética es una forma de propiedad privada capitalista con un alto nivel de concentración de la producción y del capital. La burguesía revisionista es el verdadero propietario de las empresas estatales y, con la ayuda del estado, que explota a la clase obrera y las masas de todos los trabajadores del país. A través de esta explotación fortalece sus posiciones económicas y, junto con esto, también, consolida su dominación política. (...) Los revisionistas soviéticos declarar que la propiedad del Estado en la Unión Soviética tiene un carácter social. Es comprensible que, en aras de la demagogia que no han abandonado la fraseología marxista-leninista. Pero esto no cambia el contenido de las cosas y fenómenos en lo más mínimo. Karl Marx hizo hincapié en que la cuestión no es quién es el propietario nominal de la empresa estatal, sino de quién se embolsa las ganancias de esta propiedad. ¿Cómo puede tal propiedad, que conserva grandes desigualdad en el campo de la distribución de los bienes materiales entre las diferentes clases y estratos de la sociedad, y que profundiza la desigualdad de este día a día, ser socialista? ¿Puede ser una propiedad socialista, cuando los miembros de la clase de la burguesía revisionista, los directores de las empresas, y otros, tienen el derecho de despedir a los trabajadores a su voluntad, cuando pueden determinar a su gusto la cantidad delos  salarios de los trabajadores y el importe de la ganancia que compartir por sí mismos, cuando tienen el derecho de vender los medios de producción, para desarrollar el juego libre de los precios y las relaciones capitalistas con las otras empresas monopolistas, y así sucesivamente? Es evidente que tal propiedad mantiene la etiqueta socialista sólo por el bien de la demagogia. (...) El carácter y el contenido de la propiedad dependen, en último término, de la naturaleza y del carácter del Estado. (...) Hablando sobre esta cuestión, Karl Marx subrayó que «siempre que las clases ricas siguen en el poder, cualquier nacionalización no representa la abolición de la explotación, sino sólo la alteración de su forma». (...) En el cómputo final, poco le importa a la clase obrera si la propiedad está en manos de los capitalistas individuales o en manos del capital unido en forma de monopolios estatales. En cualquiera de los casos la explotación está presente, ya se trate de la explotación capitalista individual o de una explotación capitalista colectiva». (Aristotel Pano y Kico Kapetani; El carácter capitalista de las relaciones de producción en la Unión Soviética, 1978)

4) Los fenómenos económicos en la Unión Soviética, eran los mismos que en cualquier otro país capitalista: para el momento de la invasión de Checoslovaquia en 1968, o la muerte de Brézhnev en 1982 –por poner unas fechas–, los fenómenos de la política interior y exterior como: la inflación, el desabastecimiento, la militarización de la economía, la deuda, descompensación entre regiones, descompensación entre sectores económicos, destrucción de las fuerzas productivas, desempleo, esquilmación neocolonial de otros países, constantes rectificaciones en el plan, mercado negro, enormes diferenciación salarial entre rangos, invasiones o promoción de golpes en terceros países, etc. eran fenómenos capitalistas implantados en el país que demuestran la restauración del capitalismo y su carácter imperialista. Para nosotros el informe de Enver Hoxha en el VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania de 1981 es una de las mejores radiografías que existen de los fenómenos capitalistas de la economía soviética en aquella época. 

5) Otro ejemplo de la restauración capitalista sería la manifestación de su política socialimperialista, las teorías de la «soberanía limitada», la «división internacional del trabajo», la «comunidad socialista», los «países de vía no capitalista de desarrollo y orientación socialista» y demás aberraciones antimarxistas no eran producto de una dirigencia inocente que errara en sus formulaciones, sino de unas ideas plasmadas muy conscientemente con el objetivo de servir a sus objetivos imperialistas. Pero ya que no es un tema que se toque en este artículo, lo dejaremos para otra ocasión. 

Debido a la posibilidad de que al lector le queden dudas o se confunda en algunos datos, hemos decidido introducir algunas aclaraciones en siglas o fechas en el artículo sin alterar el contenido del mismo.

El documento:


«Como consecuencia de la gran traición de la camarilla revisionista jruschovista y como consecuencia de la negación y franco abandono de la teoría y la práctica de la revolución y la construcción socialistas por parte de esta camarilla, la Unión Soviética se ha transformado en un Estado burgués de tipo especial. Se ha transformado en una potencia imperialista que sigue una política expansionista y compite con otros países capitalistas por el reparto y la dominación del mundo, por posiciones hegemónicas. Este proceso contrarrevolucionario, que se profundiza continuamente, comenzó con la degeneración burguesa de la superestructura socialista, el Partido y la dictadura del proletariado, con su burocratización y la de sus cuadros. 

Al distorsionar la teoría marxista-leninista de la revolución proletaria y la construcción del socialismo, los revisionistas jruschovistas crearon una gran confusión ideológica y desarmaron a la clase obrera ante la ideología burguesa y reformista. Allanaron el camino a la contrarrevolución ideológica que sirvió de preludio a la contrarrevolución en la política y el orden socio-económico. Las banderas de esta contrarrevolución fueron la «coexistencia pacífica» jruschovista, «el camino pacífico de transición al socialismo»«la transición al socialismo bajo la dirección de un partido no proletario», la exportación de la revolución y el socialismo a través de la «competencia económica» con el capitalismo, «el estado de todo el pueblo», etc. 

La clase obrera y los pueblos revolucionarios del mundo son testigos del curso contrarrevolucionario de la dirección revisionista soviética, en sus políticas interna y exterior. Una nueva expresión de la traición revisionista, y un grave desafío a todos los pueblos del mundo, son los nuevos acuerdos URSS-EEUU, celebrados recientemente entre las dos superpotencias, como resultado de la visita de Brezhnev a los Estados Unidos. Mediante estos acuerdos, las dos partes apuntan a establecer conjuntamente una dictadura contrarrevolucionaria internacional, tomando el destino y el futuro de la humanidad en sus manos, castigando y golpeando las luchas de liberación nacional y las luchas de los pueblos, estrangulando los movimientos obreros y la revolución en todas partes del mundo, utilizando con ese fin tanto la rama de olivo como la violencia militar salvaje. Estos acuerdos demuestran una vez más que, a pesar de las inevitables contradicciones entre ellos, los imperialistas norteamericanos y los socialimperialistas soviéticos se han alineado en un frente común contra los pueblos, apoyando e incitando a unos contra los otros en sus objetivos agresivos y de rapiña. 

La degeneración del poder estatal en la Unión Soviética, el cambio de las funciones internas y externas de la dictadura del proletariado, la liquidación de la propiedad socialista y la degeneración de las relaciones socialistas de producción, el cambio de la composición de clase de la sociedad soviética y la creación de la nueva burguesía revisionista, han expulsado a la clase obrera soviética de la conducción del país, transformándola en una clase explotada.


I


Como resultado de la degeneración burguesa, la clase obrera soviética ha sido privada de su misión histórica como clase en el poder, como la clase hegemónica dirigente. Se le ha relegado a la condición de mera fuerza productiva, en una situación similar a la de la clase obrera de los países capitalistas. En realidad, está siendo constantemente proletarizada, tanto en el sentido político e ideológico como en el económico y social.

En primer lugar, la clase obrera soviética ha sido privada de la ideología revolucionaria, ha sido ideológicamente desarmada. Ya no da dirección ideológica a la vida social del país. Con fines demagógicos, los revisionistas hablan de «desarrollo»«enriquecimiento» y «aplicación creadora» del marxismo-leninismo. Lo hicieron en el 24º Congreso de su partido revisionista y en las manifestaciones posteriores de su vida política y social. Los revisionistas soviéticos han transformado las bases ideológicas, políticas y organizativas del Partido Comunista en su opuesto. Como consecuencia de ello, la clase obrera no sólo se ha quedado sin su propia ideología, sino también sin su vanguardia política – un genuino Partido Comunista. El partido revisionista se ha convertido en un asilo para los elementos burgueses y degenerados, para la aristocracia obrera, para los burócratas y tecnócratas. En el 24º Congreso de su partido, los revisionistas modernos soviéticos anunciaron que el 44.8 por ciento de los efectivos del partido son trabajadores de cuello blanco y sólo el 40.1 por ciento son obreros, cuando los obreros constituyen el 58 por ciento de la población trabajadora del país. De los miembros titulares y suplentes de los comités del partido en los distritos y pueblos es decir, de las organizaciones de base, sólo el 40 por ciento son obreros y campesinos. Esto significa que el 60 por ciento son trabajadores de cuello blanco. Estos datos muestran que el partido revisionista es de hecho el partido de los trabajadores de cuello blanco, un partido de los intelectuales, un partido de los burócratas, y no un verdadero partido de la clase obrera. 

Sin embargo, los revisionistas jruschovistas tratan de preservar la apariencia «obrera» de su partido, manteniendo un número relativamente grande de obreros y campesinos en sus filas, aunque la ley en el partido la dicta la élite burguesa en el poder. Por otro lado, debe tomarse con reserva el porcentaje de obreros, en el sentido de que algunos de ellos son elementos aristocratizados que no representan ni a la clase obrera ni a sus verdaderos intereses ideológicos, políticos, sociales y económicos. 

Por demagogia y engaño, los revisionistas soviéticos siguen conservando el nombre de «partido comunista». Pero, en última instancia, el nombre no define el verdadero carácter de un partido marxista-leninista. Éste se define por las tareas y los objetivos que el partido se fija, por la ideología que asume, por sus políticas interna y exterior, por su composición social y la posición que ocupa en la sociedad y en el sistema de gobierno de la vida socio-económica del país. 

La exclusión de la clase obrera del gobierno de la vida del país se expresa en gran medida en la degeneración del poder del Estado, el cambio de las funciones internas y externas de la dictadura del proletariado y en su composición de clase. Los revisionistas soviéticos han proclamado en voz alta la tesis del llamado Estado de todo el pueblo. En realidad, nos encontramos ante una fantasía, tanto en el contexto interno como externo de la relación entre las fuerzas sociales. El Estado, como categoría histórica, no puede ser otra cosa que una dictadura de la clase en el poder. El Estado capitalista es la dictadura de la gran burguesía monopolista. El Estado socialista es la dictadura del proletariado, la dictadura de la clase obrera. Según las enseñanzas del marxismo-leninismo, este Estado se extinguirá sin que sea necesario transformarlo en «Estado de todo el pueblo». Se extinguirá cuando las clases se extingan y cuando finalmente triunfe el comunismo a escala mundial. 

El poder del Estado en la Unión Soviética está, de hecho, en manos de la burguesía revisionista, en manos de los burócratas y tecnócratas, en manos de los privilegiados, apartado de la clase obrera y los intereses del pueblo trabajador. Esta fue la base para el agrandamiento y la fetichización de los aparatos y de todo lo que proviene de ellos. El Estado soviético está siendo gradualmente desproletarizado, desde el punto de vista de su composición de clase y desde el punto de vista de las funciones internas y externas que ha asumido.

jueves, 14 de julio de 2016

Acerca del los distintos tipos de guerras y la posición a adoptar por los revolucionarios


«Al igual que ocurre en relación con la cuestión de la violencia y la lucha armada, la burguesía en el poder y los oportunistas socialdemócratas, y otros, ocultan tras toda una serie de oscuras y confusas explicaciones y «razones», las verdaderas causas de las guerras y, sobre todo, los sórdidos intereses que las desencadenan. Nos referimos, claro está, a las guerras entre estados capitalistas, es decir, a las guerras imperialistas. Porque, al igual que hay distintas clases de violencia, hay también, por supuesto, distintas clases de guerras.

Desde el punto de vista del marxismo-leninismo y del materialismo histórico, para descubrir la naturaleza de una guerra y saber qué actitud adoptar hacia ella, es preciso analizar las causas reales que la desencadenan, cuáles son las clases causantes de ella y a quién interesa la misma. Para esclarecer estas cuestiones y, puesto que la guerra es la continuación de la política, es imprescindible analizar la política que precedió a la guerra y la política que condujo a la guerra. Si se trata de dos o más estados cuya política y sistema es imperialista, es decir, explotador y expansionista, entonces la guerra desencadenada por esa política es una guerra imperialista, es una guerra injusta, en la que no sólo nada tienen que ganar las masas populares, sino que además, los pueblos de una y otra parte, son víctimas de una horrible matanza y de indecibles sufrimientos en aras de los sórdidos intereses del imperialismo, que busca modificar la situación mundial existente en beneficio propio. Este tipo de guerras, y la demagogia patriotera en torno a ellas, por parte de la reacción y sus colaboradores, es preciso denunciarlas y condenarlas con la mayor energía.

Si, por el contrario, la guerra se desencadena como resultado de la lucha de clases, de liberación nacional o social de un pueblo, de un movimiento popular de masas, entonces se trata de una guerra justa, de una guerra de liberación nacional y social.

La actitud de los marxista-leninistas ante la guerra imperialista siempre ha sido la de aprovechar cualquier guerra imperialista en favor de la revolución y combatir toda actitud chovinista, conciliadora con la propia burguesía y denunciar cualquier apoyo a una guerra que significa la matanza de miles y miles de seres para defender los intereses de los explotadores y opresores bajo el pretexto de «defender la patria». (Elena Ódena; El marxismo, la lucha armada y la violencia revolucionaria y las guerras, 1979)

miércoles, 13 de julio de 2016

Los cambios de contenido, asimilación y función de la cultura en la sociedad socialista


«La instauración de la dictadura del proletariado, la introducción de la sociedad en el camino de la construcción del socialismo y del comunismo plantea de un modo nuevo y con gran fuerza todos los problemas relativos a la cultura y su función en la sociedad. Como en todos los terrenos de la vida social, también en el de la cultura, la revolución socialista marca un viraje radical, que se opera en varias direcciones:  a) en el contenido de la cultura y en sus ritmos de desarrollo; b) en su asimilación; c) en su función.  Por lo que concierne al contenido, la cultura en las nuevas condiciones marcadas por la dictadura del proletariado y la construcción socialista se inspira en su conjunto en los intereses del proletariado, que son los de todas las masas trabajadoras. Con el tránsito al socialismo la cultura se enriquece y se desarrolla con ritmos mucho más rápidos que nunca y reviste íntegramente un neto contenido socialista conservando y desarrollando su propio carácter nacional. En cuanto a la creación y la asimilación, ahora la cultura se torna masiva, popular, es creada por las amplias masas trabajadoras y es en su totalidad propiedad y patrimonio de ellas. En lo que respecta, por último, a su función social, ya no está al servicio de los intereses de las clases explotadoras, como lo estuvo una parte de la cultura anterior que justificaba la opresión y la explotación del pueblo, sino que sirve de poderoso medio para el incesante progreso de la sociedad hacia el socialismo y el comunismo. En la sociedad socialista la cultura conquista todo su valor, se ajusta a su verdadero destino, transformándose en terreno de expresión de las capacidades creadoras del hombre, además de jugar un notable papel en la educación ideológica de los trabajadores, en la formación de su conciencia socialista, de su nueva actitud frente al trabajo, la propiedad y la sociedad. Hace más hermosa y agradable la vida de los trabajadores, y les inspira y moviliza para emprender grandes obras al servicio del socialismo». (Zija Xholi; Por una concepción más justa de la cultura nacional, 1985)

martes, 12 de julio de 2016

El papel histórico de la clase obrera; Elena Ódena, 1981


«En las entrañas mismas del capitalismo se engendran las condiciones de su muerte y sustitución por el nuevo régimen: el socialismo.

El desarrollo de las fuerzas productivas llega a ser incompatible con todo el régimen social y político del capitalismo.

Al mismo tiempo, crece y se desarrolla la nueva clase llamada a vencer la resistencia que los capitalistas oponen a desaparecer, como tal clase, de la escena histórica: el proletariado.

a) ¿Por qué el proletariado es la clase designada por la Historia para poner fin al capitalismo e instaurar el socialismo?

Por las siguientes razones:

La clase obrera es la clase más explotada de la sociedad capitalista. Sus mismas condiciones de vida la convierten en el enemigo firme e intransigente del orden capitalista, empujándola en la lucha contra él.

—Los obreros por su misma situación en la producción están ligados al futuro de ésta y no a su pasado. El desarrollo de la gran industria no amenaza la existencia del proletariado como clase –a diferencia de lo que ocurre con los grupos sociales formados por campesinos, artesanos, pequeños capitalistas, a los que la gran industria va arruinando y destruyendo–. La posición de la clase obrera en la sociedad se fortalece, aumenta el número de obreros y su importancia en la vida económica y social.

Los intereses y aspiraciones de la clase obrera coinciden objetivamente con las necesidades de las fuerzas productivas. Estas, para expansionarse sin trabas, necesitan que desaparezca la propiedad privada sobre los medios de producción. Los obreros, para liberarse de la explotación de la que son víctimas, necesitan exactamente lo mismo.

La clase obrera es la única que reúne las cualidades combativas, que son necesarias para una tarea tan ardua como es la lucha contra el capitalismo.

En primer lugar tiene a su favor el número, la masa, que crece con el mismo desarrollo del capitalismo.

En segundo lugar, tiene mayor capacidad de organización que otros grupos sociales, en virtud de sus mismas condiciones de vida. El trabajo en la gran industria no sólo agrupa a los obreros, sino que contribuye a cultivar en ellos rasgos como el espíritu colectivo, de equipo: la predisposición a la disciplina, a la solidaridad, al apoyo mutuo, cualidades que, si son inapreciables en el trabajo, lo son también en la lucha.

Mientras más progresa la industria moderna, más necesita trabajadores de un nivel cultural y técnico superior a los de otras épocas, lo que facilita la asimilación de las doctrinas del socialismo científico. Por ello el proletariado industrial es el sector más avanzado de las clases oprimidas.

Por las razones expuestas, la clase obrera reúne mejores condiciones que otros grupos sociales para desarrollar su conciencia política, para asimilar la teoría revolucionaria, para organizarse en un partido combativo, sin el cual no es posible la lucha victoriosa contra el capitalismo ni la conquista del poder político.

b) ¿Por qué la clase obrera puede y debe ser la dirigente de todas las demás clases y capas oprimidas por el capitalismo?

Junto a las razones expuestas, por otra de suma importancia: los intereses de la clase obrera coinciden, en lo esencial, con los intereses de la sociedad que viven de su trabajo y no del trabajo ajeno.

Del yugo capitalista, en particular del moderno capitalismo monopolista, no sólo sufren los obreros, sino los campesinos, las capas medias urbanas, los intelectuales, etc. La situación de esos sectores sociales en la España actual es un ejemplo vivo.

Independientemente de la actitud subjetiva de esos sectores sociales hacia la meta final de la clase obrera –el socialismo– hay cuestiones fundamentales inmediatas en las que están vitalmente interesados como la clase obrera. En nuestro caso: la lucha por los derechos democráticos, económicos, políticos y sociales, en el marco de un amplio frente contra la Monarquía continuadora del franquismo, contra la dominación yanqui; por la República y por la independencia nacional.

Pero además, esa comunidad de intereses entre la clase obrera y los campesinos trabajadores, las capas medias urbanas, la intelectualidad, existe también en cuanto se refiere al objetivo final de la clase obrera. No es una simple frase que la clase obrera, al emanciparse ella, emancipa a toda la sociedad.

Cuando la burguesía luchaba contra el régimen feudal hablaba de libertad, igualdad y fraternidad para todos, pero tan bellas frases se convirtieron en la dura realidad de la explotación capitalista, con todas las injusticias, desigualdades y antagonismos que de ella se derivan; ya que no suprimían la propiedad privada de los medios de producción, ni la explotación del hombre por el hombre.

En cambio, la clase obrera, al destruir el capitalismo e instaurar el socialismo, destruye la causa primaria, la raíz de las injusticias sociales: la propiedad privada de los medios de producción, la explotación del hombre por el hombre.

Por esta razón la alianza de la clase obrera con los campesinos, en primer lugar, y en otro plano con las capas urbanas medias y con la intelectualidad es posible, y no sólo posible sino absolutamente necesaria, porque sin esa alianza, ni la clase obrera ni los otros sectores sociales mencionados, tienen fuerza suficiente por sí solos para vencer al poder del capital monopolista.

Esa función dirigente de la clase obrera es necesaria para la eficacia de la lucha. La gran masa de obreros, campesinos, empleados, funcionarios, pequeños industriales y comerciantes, etc., es algo así como un gran ejército, que para vencer a su enemigo, el capital monopolista, necesita tener una dirección firme, consecuente, organizada y, como hemos visto, la clase obrera es la que reúne esas condiciones.

Pero esa función dirigente que la clase obrera desempeña no le otorga ningún privilegio, sino al contrario, le impone más obligaciones, entre ellas la de tener en cada fase de la lucha siempre en cuenta los intereses específicos de las clases sociales que son sus aliados, sin por ello perjudicar los objetivos finales de la clase obrera, que es el socialismo y la dictadura del proletariado.

La experiencia de nuestro país ha demostrado, sin lugar a dudas, cómo, no ya el socialismo, sino ni siquiera la democracia burguesa puede triunfar y consolidarse en España si no es bajo la dirección de la clase obrera. Ver ejemplos en la Historia reciente de España II República, Guerra Civil 1936-1939.

La burguesía liberal y la pequeña burguesía han demostrado su incapacidad para dirigir la lucha y asegurar la victoria de la democracia en los años 1931-1936. En la presente lucha contra la Monarquía continuadora del franquismo, la clase obrera es la que está a la cabeza de todas las demás capas y clases sociales interesadas en la democracia, y en acabar con el continuismo franquista.

lunes, 11 de julio de 2016

El carácter aventurero, nacionalista, y pequeño burgués de la violencia de ETA


«Ante la nueva situación y el auge del movimiento obrero y popular y para evitar que las fuerzas revolucionarias y la clase obrera, en primer lugar, recurran a su propia violencia de clase para enfrentarse al poder y a la violencia reaccionaria, servicios especiales y de intoxicación ideológica utilizan grupos parapoliciacos y aventureros con etiquetas y siglas de revolucionarios de izquierdas, que nada tienen que ver con la verdadera lucha revolucionaria ni con los intereses populares; montan actos violentos provocadores y criminales antipopulares, para así desprestigiar y hacer condenar la violencia revolucionaria y la lucha popular en general.

Es esta una vieja estratagema utilizada en todo momento por los gobiernos reaccionarios en dificultades, para, al mismo tiempo, lanzar nuevas medidas represivas y violentas contra el pueblo en lucha. En los actuales momentos estamos viviendo en nuestro país una de esas situaciones y la mayor parte de los acontecimientos violentos que han tenido lugar durante los dos últimos años así lo confirman.

Por otra parte, existen también grupos armados en nuestro país dirigidos por fuerzas nacionalistas pequeño burguesas de diverso signo –vascos, gallegos, catalanes, canarios– que pretenden, de un lado, separar su lucha «específica» de la del conjunto de los pueblos de España, y de otro, suplantar la lucha de la clase obrera y del pueblo, por sus propias acciones violentas y armadas.

Para los marxista-leninistas, es evidente que la violencia revolucionaria y la lucha armada sólo cumplen su función revolucionaria cuando está inserta en el conjunto de una política basada en el desarrollo de la lucha de clases y no al margen de ella y uniendo los objetivos tácticos y estratégicos a los de los hermanos de clase de todo el país. De otro modo, se frena el desarrollo y la elevación a más altos niveles de la lucha de clases y de la lucha política en general, y se fragmenta la unidad imprescindible del conjunto de los pueblos de España contra el poder reaccionario, contra el enemigo común.

La concepción nacionalista y separatista de la violencia y de la lucha armada, practicada por ETA –todas sus ramas– y otros grupos nacionalistas, corresponden, sin duda alguna, a intereses pequeño burgueses de las fuerzas que la practican hoy en España, y ello pese a las propias declaraciones superrevolucionarias y la propia imagen que de ellos mismos intentan darse sus cabecillas nacionalistas.

Tal ha sido y es, objetivamente, el papel desempeñado por las acciones armadas llevadas a cabo por nacionalistas de ETA –en sus distintas ramas–. Es un hecho que en ellas no participan directa ni indirectamente ni la clase obrera, en tanto que tal, ni otros sectores antifascistas y populares, y ello entre otras razones porque los mismos objetivos estratégicos, incluso tácticos, planteados por esos grupos y por sus acciones armadas, que son el separatismo y el independentismo a ultranza, por encima de todo, no sólo no coinciden con los intereses de clase del proletariado y de otros sectores populares vascos que aspiran al socialismo, sino que, en el fondo, se contraponen, no sólo en el plano estratégico, sino también en muchos casos, en el táctico.

Independientemente de los derechos que le son debidos, el pueblo de Euskadi cabe recordar que el separatismo vasco tiene su punto de arranque en la doctrina del archirreaccionario Sabino Arana y Goiri, ideólogo de la burguesía vasca naciente, en el pasado siglo, el cual fue apoyado por el imperialismo británico interesado en las riquezas minerales de Euskadi, sobre la base del muy reaccionario lema: «Dios y las viejas leyes».

Esta doctrina clerical separatista vasca, que hizo suya la burguesía vasca, no fue obstáculo para que los financieros y capitalistas vascos se convirtieran, gracias a la explotación de las riquezas y del pueblo trabajador de Euskadi, en grandes banqueros y financieros a nivel de toda España.

La lucha armada, al margen del conjunto de la lucha de clases y de los objetivos generales del proletariado y del pueblo de Euskadi y de los demás pueblos de España, sí sirve a los intereses de la burguesía vasca nacionalista centralista, que se apoya en ella cuando le interesa «negociar» con el poder monárquico y arrancar algunas concesiones y privilegios específicos políticos y económicos, y ello en detrimento mismo de los demás pueblos de España. Tal ha sido la esencia de las negociaciones del Estatuto de Guernica y de los acuerdos en él consignados.

Sólo bajo la dirección de un partido de clase del proletariado puede la lucha armada y la violencia revolucionaria adquirir y desempeñar en su momento, en las circunstancias idóneas objetivas y subjetivas, un papel consecuentemente revolucionario de cara al socialismo, es decir, no a favor de los intereses de tal o cual sector de la burguesía, sino de las masas trabajadoras, de los obreros y campesinos pobres que aspiran al socialismo y que necesitan hacer la revolución para librarse de la explotación y opresión social y nacional. Para la clase obrera y el pueblo trabajador de Euskadi, ambos objetivos son inseparables, como lo son para todos los pueblos de España.

Los marxista-leninistas consideramos la lucha armada y la violencia revolucionaria como una de las formas de lucha que surge en el marco de la lucha de clases y la lucha política en determinadas condiciones. La violencia revolucionaria y la lucha armada ni se inventan ni se han improvisan de la mañana a la noche, sino que se producen como resultado de unas circunstancias y fenómenos objetivos y subjetivos en el marco del desarrollo de la lucha política general, de los conflictos políticos, económicos y sociales que enfrentan a las clases explotadas y oprimidas con sus explotadores y opresores.

Por otra parte, la lucha armada y la violencia cuando está dirigida por sectores nacionalistas y burgueses y no por el partido del proletariado, desemboca cuando triunfa, en regímenes de carácter burgués y no en una revolución socialista.

Tal ha sido, por ejemplo, el caso en el pasado de diversos países de África del Norte y de Asia. Sólo bajo la dirección de la clase obrera y de su partido de clase puede la lucha armada y la violencia desembocar en una revolución de carácter socialista y poner fin al poder de cualquier sector de la burguesía, abriendo así el camino del socialismo hacia la sociedad comunista». (Elena Ódena; El marxismo, la lucha armada y la violencia revolucionaria y las guerras, 1979)

Anotaciones de Bitácora (M-L):

1) Sobre el carácter ideológico de ETA: sin un partido bajo una unidad ideológica y de acción monolítica, pese a la parafernalia lingüística para aparentar ser revolucionarios y tener influencia marxista, no existía una cohesión ideológica en este tipo de grupos; el extremo faccionalismo y las escisión era el pan de cada día, ya que ni siquiera oficialmente se seguía una línea ideológica clara ni se regían por el centralismo democrático para garantizarlo. En el caso ideológico de ETA, si observamos su progreso ideológico desde sus inicios: tanto el nacionalismo burgués, el trotskismo, el maoísmo, el anarquismo, el tercermundismo y el socialdemocratismo –ahora especialmente han estado presentes en toda su teórica y actuar, y esto lo corrobora no solo sus estrategias y tácticas, ni siquiera todas las corrientes oficiales expulsadas a lo largo de su historia que evidencian tal existencia interna, sino la deriva actual tanto de ETA como de la izquierda abertzale que en algún momento ha sido afín a ETA. Como en el caso de otras bandas armadas análogas de su época como podrían ser las Brigadas Rojas italianas, en ETA tenemos un caso similar de extremo fraccionalismo a causa de una mezcolanza ideológica no definida, facilitando la infiltración de elementos de todo tipo, tanto de antimarxistas como provocadores. Esta debilidad en el ámbito ideológico, hacía muy común las pugnas arribistas por interés fraccionales y personales, como hacía muy fácil que los servicios secretos de los países donde operaban se infiltraran en la organización –véase casos en ETA como el de Mikel Lejarza alias Lobo– logrando o bien vender a sus dirigentes a la policía o utilizar a los elementos más volubles para azuzar desde dentro a que se cometieran actos aventureros para interés de de los gobiernos de turno u de otras fuerzas burguesas. Recordemos que el terrorismo ha jugado una baza fundamental en los gobiernos de Italia, España, Alemania para desviar la atención pública de los problemas del capitalismo, criminalizar a los verdaderos marxista-leninistas y fortalecer la unidad de las fuerzas políticas burguesas y el uso de la fuerza y leyes represivas.

2) Sobre la estructura sin partido de ETA: como en casi todos los casos de las bandas armadas y agrupaciones guevaristas o filoguevaristas europeas, no existía un partido y un centralismo democrático que dirigiera a estas «guerrillas urbanas», algunos decían que estaban pensando en la creación del partido comunista, o en el mejor de los casos si existían estos partidos pero no mandaban realmente a sus brazos armados, siendo estos autónomos o mandaban estos directamente al partido; pero como decíamos, lo normal en estas organizaciones como el caso de ETA era que las «guerrillas urbanas» dirigieran la política del resto de organizaciones con las que estaban conectadas, incluyendo organizaciones de masas y partidos que eran partidarios de estas organizaciones armadas o simplemente simpatizantes de ellas. En estos casos, el eclecticismo ideológico se reflejaba también en el terreno de las ramas organizativas –la rama política, sindical, asociaciones juveniles, etc., dándose una rivalidad y cada vez una mayor independencia de pensamiento y acción en sus diferentes estructuras, por ejemplo en ETA fue el caso de la división primero y separación después entre ETA (militar) y ETA (político-militar).

3) El carácter terrorista de sus acciones: ETA se manejaba bajo: 1) es una repetición de la tesis anarquista de que «la historia la hacen los héroes», es decir un grupo reducido y conspirativo no las masas; 2) no toma en cuenta las condiciones objetivas ni subjetivas para el desencadenamiento de la violencia, ni siquiera se tiene una perspectiva clara de como se tomará el poder; 3), se incita a la pasividad de las masas , que deben esperar a las prácticas terroristas de estos «grupos de héroes» para cambiar la situación política, y solo se concibe esta forma de lucha para que la masa, la «muchedumbre» no sufra las consecuencias de la contrarrevolución; 4) se niega al proletariado como clase de vanguardia, fundiéndolo con la llamada masa, ya que tampoco le encuentran como a otras clases sociales, potencial para iniciar la revolución, a diferencia de los llamados «héroes» de distintas clases sociales que conforman la «guerrilla urbana». Esta forma de pensar se reflejaba en una metodología de: secuestros, bombas en embajadas, asesinatos selectivos o coches-bomba, la muerte de más civiles que de sus «objetivos» en sus atentados, fueron un clásico en la historia de ETA y chocaban con la incomprensión de las masas y su rechazo.